Istoria mou, amartia mou

Cuando el húmedo viento atraviesa nuestros huesos en la noche de los cuervos, y las hogueras nos recuerdan las esperanzas vivas en las vísperas de San Juan; cuando la soledad nos arrastra como peregrinos hacia un desierto inesperado de silencios, y estamos a la espera de que una tibia luz nos muestre un nuevo camino; cuando nos sentimos olvidados por la providencia en una senda extraña es cuando nos damos cuenta de que algo en nuestra vida hemos hecho mal.

Nuestro reflejo en el espejo se muestra hostil ante nuestros ojos; en lo profundo de la mirada vemos tonos grises que recuerdan la pérdida de un pasado esperanzador. Mueren las horas, aunque ya habíamos matado el tiempo con nimias preocupaciones, que nos parecían graves tormentos, que no hacían más que atormentarnos.

Un volcán interno nos arrasa ante la incertidumbre de saber qué hubiera pasado si hubiésemos tomado decisiones diferentes en momentos delicados: débiles rosas que con el tacto se deshojaban angustiosamente. Pensamos si quizás una palabra nos hubiera salvado de un silencio frío, de mudas interpretaciones, de inoportunos comentarios y calladas verdades.Cuando se mira hacia atrás olvidamos lo que tenemos delante, y mirar siempre de frente nos puede hacer olvidar lo que fuimos y lo que construimos: nosotros, nuestro espíritu, nuestra mente.

Se busca en el pasar de los años metas nuevas para nuestros pasos antiguos; nuevas sendas creamos en el calendario, nuevas esperanzas apuntamos para enero... El fin de año cierra una etapa repetida de antiguos pesares, de gastados sueños, de anhelos distantes... Nos aferramos al tiempo por huir de nosotros mismos. Invocamos a un nuevo destino que ayude a soportarnos, porque ya no sabemos, porque hemos olvidado tomar decisiones que construyan algo: caminos paralelos, riesgos desechados, desapego del tiempo y del espacio (sociedad impositiva, triste en su letargo, olvidada de la vida, atada de manos, en voluntaria tristeza, en inexplicable condena).

En la noche de los cuervos observamos nuestra vida, contemplamos nuestros pasos, caminos extraños de nuestro quehacer voluntario:

gravedad en el pensamiento,

triste melancolía,

oscuridad de nuestro cielo,


¡hamartía, hamartía!

2 comentarios:

dulce dijo...

Por qué hemos de esperar a que alguien o algo nos salve? por qué no nos podemos salvar nosostros mismos?
Por qué hemos de estrellarnos contra el mismo muro una y otra vez, pensando que nuestra carne débil va a derribarlo?
Por qué acudimos como perros hacia esos mismos pies que solo nos han de recibir a zapatazos?
Por qué hemos de terminar nuestros días pensando que debimos ser otros y no nosotros?

Nada dijo...

me has hecho flotar un poco...