Anhelándolo,
mi sangre de cascos rojos
golpea el acantilado
del deseo.
En lo alto
tu figura -¿o la mía?-
iluminada. Hay un blanco
silencio en la llama de mi angustia.
Trepa el cielo sobre el cielo.
¡Qué pasillo
de oscuridad celeste
la calle! Se me mueren
las luces, y en el último
instante veo tu boca
distendida -golondrina
en un campo de hielo sonrosado-.
Y todo el galopar de mis anhelos
se funde y vuela con la pluma blanda
en el silencio oscuro, en el silencio
del amor.
Y los labios
siente como una fina transparencia,
una luz en el tacto que ilumina
por latidos, por sombras,
por perfume de albahaca.
EUGENIO FRUTOS
2 comentarios:
Bronce encendido por el deseo de una caricia y un beso aún no concedido.
"Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada".
G. A. BÉCQUER
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