Para Alonso Quijano, abandonar
la época de los caballeros andantes suponía estrellarse contra una realidad
desagradable, en la que se perdían grandes valores de la caballería. Rodeado
por la vulgaridad de su aldea y la ignorancia tan arraigada en la España de la
Edad Moderna, se dispuso a buscar las aventuras que todo hidalgo merecía para
su reconocimiento y fama medieval que tanto había leído en sus amados libros de
caballería.
¿Pero cómo sería para el Quijote si de repente se
despertara en este año 2017? Si los personajes de su época intentaban tacharle
de loco, pero al ver su inmenso espíritu se vieron obligados a reconocer sus
grandes proezas, en la actualidad este “loco” sería seguramente el más cuerdo
de toda la sociedad que conocemos.
En un intento por cambiar la honorabilidad del hombre y
el respeto de la mujer, como la dama que debía ser según sus pensamientos, se
tendría que enfrentar a grupos bien asentados como son los pertenecientes a las
ideologías políticas o las organizaciones feministas.
¿Qué podría comprender nuestro Quijote de política?
Seguramente recurría a la imagen de los nobles, próximos a la corona, que
hacían cumplir los deseos de un rey obsoleto que buscaba pagar sus vicios
mediante impuestos del campesino explotado y expropiado de su propia tierra. ¿Pero aún más impuestos os hacen pagar en
pleno siglo XXI?, nos preguntaría.
Nuevamente intentarían acusarle de loco cuando fuera a
pedir la cabeza de quienes siguen explotando al pueblo. Seguramente, más de un
político, con sus siempre repetitivos seguidores, le tacharían de comunista y
de haber negociado con grupos chavistas, que pretenden destruir el mundo con su
ideología “roja”.
Para hacerse oír, el ingenioso hidalgo no tendría otra
opción que afiliarse a un partido político de la oposición de cualquiera de los
abundantes países neoliberales que sucumben el mundo. Los verdaderos locos
rechazarían su sapiencia porque no se acomodaría a los intereses de los que
gobiernan el mundo.
Tampoco entendería nuestro caballero de la triste figura el cambio que debería hacer para
moverse más rápido en este mundo regido por la rapidez del peón para beneficio
del patrón. ¿Cómo sería eso de cambiar el
caballo por una máquina que, según dicen, tiene varios caballos? Pobre
Quijote, se agobiaría tanto como cualquier trabajador que sostiene la economía
de la actual nobleza.
Al menos, su fama le precede. Todo político respetable
querría tenerlo entre sus filas, aunque no llegaran ni a la suela de los
zapatos de su escudero Sancho. ¡Si Sancho
estuviera conmigo!, diría nuestro héroe al ver tanto parásito en el poder.
Otra de las cosas que podría pasar es que le detuvieran y
le acusaran de pertenecer a algún grupo terrorista tan socorrido. Algunos le
intentarían desaparecer por hablar más de la cuenta, no sin antes tenerle bien
vigilado su celular, por si las dudas.
Pobre Alonso Quijano, qué mal lo pasaría en este año, tan
difícil para los que ya deberíamos acostumbrados de que hagan con nosotros lo
que quieren.
En un mundo donde los poderosos tienen todas las armas, y
al resto sólo nos queda la palabra, ni de ella nos podemos valer porque podría
ser nuestra cuenta atrás. Al menos que el Quijote, que cada quien lleva dentro,
sepa sacar la lanza que dañe de poco en poquito un sistema degenerado y
destructivo, en el que no sólo no podría vivir un personaje de siglos pasados,
sino que tampoco nos permite vivir dignamente a los que pertenecemos a este
siglo.
Francisco Javier González de Córdova
Artículo publicado en EDQM
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